“Hermanas y hermanos en Jesucristo: El 6 de febrero de 1977, exactamente hace cuarenta años, fallecía en el Obispado de Villarrica, el Siervo de Dios Monseñor Guillermo Hartl, segundo Vicario Apostólico de la Araucanía».
Él nació en Laufen, Alemania, el 10 de mayo de 1904 y llegó como misionero capuchino a Chile el 17 de diciembre de 1929, evangelizando las tierras de La Araucanía con generosidad, abnegación y alegría durante más de cuarenta y siete años. Como sacerdote, sirvió en la misión de Vilcún, Villarrica, fue párroco de Toltén y rector del Seminario Mayor en San José de la Mariquina. Al ser nombrado obispo coadjutor y luego asumir como Vicario Apostólico recorrió muchas veces el amplio territorio de su jurisdicción: desde el río Cautín hacia el sur, incluyendo lugares de misión con el pueblo mapuche en Valdivia y en Osorno y con el pueblo rapa nui en Isla de Pascua.
Es por ello que un grande número de personas, muchas de las que aún viven, conocieron personalmente a Mons. Guillermo Hartl y testifican de haber visto en él a un hombre de Dios. Y, por lo mismo, cuando fallece repentinamente, hubo una coincidencia entre católicos y no católicos en que había muerto un santo. Pasados varios años, se inició su proceso de canonización con el testimonio de muchos testigos. Todos ellos concuerdan en que era bondadoso y alegre, aunque tuvo grandes sufrimientos e incomprensiones y tuvo que defender con valentía y fortaleza verdades fundamentales en un contexto social ideológicamente agresivo.
¿De dónde emanaba su paz, bondad y alegría? De su profunda vida de comunión espiritual con Jesucristo. Pasaba horas de oración diaria ante el Sacramento de la Eucaristía, se alimentaba de la meditación de la Palabra de Dios, celebraba cotidianamente la Santa Misa y tenía un entrañable amor a la Virgen María a través del rosario. Cuando él era párroco en Toltén, viajaba a caballo grandes distancias para confesarse con algún hermano sacerdote.
De esta íntima, sincera y profunda unión con Jesucristo y su Iglesia emanaban sus virtudes que admiraban a quienes lo conocieron. Su trato acogedor y siempre amable con todos, era expresión de que vivía la síntesis del Evangelio y el principal de los mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda tu alma y con toda tu mente… y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37.39).Desde este amor el Siervo de Dios Mons. Guillermo Hartl se prodigó en atender, según sus posibilidades, las necesidades espirituales, corporales y educativas, especialmente de los más pobres, pero sin excluir a nadie”.
+FRANCISCO JAVIER STEGMEIER SCH.
OBISPO DE VILLARRICA
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