martes , 19 marzo 2024

Fraternidades

Fraternidades

Fraternidad

Jesucristo hizo del género humano una verdadera familia de hermanos. Él está presente como aro de unión entre aquellos que se reúnen en su nombre. La Iglesia, a su vez, apoya las instituciones cuyos miembros se proponen vivir la fraternidad en comunión de vida y caridad.

Todos los religiosos y religiosas acostumbran llamarse hermanos y hermanas, sin embargo, en la Iglesia, los franciscanos son propiamente la Orden de los Hermanos. San Francisco dio inicio a esta forma de vida evangélica, asumiendo como modelo la vida de Jesucristo y los apóstoles. Como Franciscanos es ésta la forma de vida que los Capuchinos profesan y quieren testimoniar al mundo. Aceptan el desafío de amarse unos a los otros con humildad y simplicidad.

La vida fraterna es, por tanto, la esencia de la vocación capuchina, y humildad con simplicidad su manera de actuar en la misión de vivir y anunciar el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Cada Hermano, que ingresa en la vida Capuchina, es un regalo de Dios y es recibido con gratitud.

A semejanza de la familia natural, los hermanos no se eligen, se aceptan con mucha alegría, como hijos de una misma familia, la familia de San Francisco y Clara de Asís. Así donde quiere que se encuentren los hermanos son llamados a:

  • Ejercitarse en el amor a Dios y en el amor al prójimo.
  • Congregarse en nombre de Jesús.
  • Ser un solo corazón y una sola alma.
  • Progresar en la perfección evangélica.
  • Servir de ejemplo unos a los otros.
  • Combatir las propias pasiones y malas inclinaciones.

La vida Capuchina en fraternidad supone la vida en comunidad. Respetando la libertad y la individualidad de las personas, los capuchinos asumen la vida fraterna en comunidad, como la esencia de su vida y su manera de vivir.

Esa realidad exige capacidad para trabajo en equipo, cosas que favorecen la comunicación y al mismo tiempo, ambiente reservado para ayudar y proteger el clima de familia, estudio, oración, trabajos domésticos y bienestar. En la comunidad capuchina la fraternidad no es cerrada en sí misma, sino abierta con solicitud evangélica a las necesidades espirituales de las personas. Esa apertura posibilita a los laicos la participación en la vida de oración, de apostolado y hasta en la vida comunitaria por espacio de algún tiempo, en especial a jóvenes que buscan el discernimiento de su vocación.

En este clima fraterno, los hermanos en viaje, que llegan a las casas capuchinas, son recibidos con caridad y gran alegría en cualquier parte del mundo.

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