En la Cuaresma, el Señor nos invita a caminar con Él en la esperanza.
La esperanza cristiana no es una ilusión pasajera, sino la certeza de que Dios,
en su amor infinito, guía nuestra vida y sostiene nuestro corazón en cada prueba.
Mis queridos hermanos y hermanas de nuestra Familia FrancisClariana das tierras chilenas, ¡Deseo que el Señor nos conceda siempre su paz!
Hoy comenzamos nuestro camino cuaresmal con el Miércoles de Ceniza, un tiempo de conversión, reconciliación y preparación para la Pascua. Al recibir la ceniza sobre nuestra frente, escuchamos el llamado a la humildad y al arrepentimiento: «Conviértanse y crean en el Evangelio» (Mc 1,15).
San Francisco de Asís nos enseñó que la verdadera conversión nace de un corazón pobre y disponible a Dios. Para él, la penitencia no era solo renuncia, sino un camino de libertad, alegría y amor a Cristo crucificado. En esta Cuaresma, estamos invitados a vivir la penitencia no como una carga, sino como una oportunidad para renovar nuestro corazón y volver a lo esencial: la oración sincera, el desprendimiento de lo superfluo y el servicio generoso a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados.
En este tiempo de Cuaresma, el Señor nos llama a renovar nuestro corazón y nuestra vida con un espíritu de conversión, sencillez y amor. Siguiendo las huellas de San Francisco y Clara de Asís, estamos invitados a abrazar el Evangelio con radicalidad, viviendo la penitencia como un camino de libertad interior y encuentro con Dios.
Hermanos y hermanas, en este año jubilar de la esperanza nos anima a mirar con confianza el futuro, sabiendo que el amor de Dios es más grande que cualquier prueba. Como Francisco y Clara de Asís, quien superan reconocer la presencia divina en la pobreza, en la fraternidad y en toda la creación, también nosotros estamos llamados a ser testigos de la esperanza que no defrauda.
El Cántico de las Criaturas, expresión de un corazón reconciliado con Dios y con toda la creación, nos inspira a vivir esta Cuaresma en comunión con la Casa Común, alabando al Señor en cada criatura y comprometiéndonos con el cuidado de nuestro mundo. Que en este tiempo santo aprendamos a mirar con gratitud y humildad la obra del Altísimo, viendo en cada hermano, en cada hermana y en cada ser creado una manifestación de su amor.
Hermano y hermana deseo que este tiempo santo nos ayude a mirar con ojos nuevos la vida, a reconocer en cada persona y en cada criatura el reflejo del amor divino, y a caminar con esperanza hacia la luz de la Pascua. Que el Señor os bendiga y os guarde, y que María, Madre de la Esperanza, nos acompañe en este camino de conversión y alegría pascual.
Que Dios nos acompañe en este camino de amor y renovación.
¡Una bendecida cuaresma a todos!
Hermano Mauricio Silva dos Anjos, OFMCAP.
Delegado Provincial