Isaías 50,4-7: Parte de un poema o cántico del Servidor del Señor, que nos muestra su misión y su plena confianza en el Señor.
Filipenses 2,6-11: Himno que proclama el Misterio de Cristo: anonadado y exaltado por Dios. Ahora es el Señor.
Marcos 14,6-11: Versión que muestra la Pasión de Cristo como el cumplimiento de las Escrituras; en definitiva: la Voluntad de Dios.
1.- Iniciamos la Semana Santa, la Semana Mayor. Semana en la que la Iglesia y cada cristiano se detienen a contemplar y celebrar un Misterio de fe. Porque la Liturgia no celebra efemérides o aniversarios, sino Misterio de Fe. Y Cristo es el centro de nuestra fe.
El Domingo de Ramos bien se puede comparar a lo que en la música es una obertura; una pieza musical con la que se da comienzo a una ópera, por ejemplo, La obertura anticipa los temas de la composición, los sintetiza. Así la liturgia de este Domingo anticipa y sintetiza todo el Misterio que se celebrará en el correr de la Semana. Los textos de hoy nos presentan aspectos de este Misterio. Así, en Isaías encontramos a un Personaje misterioso, a un Servidor del Señor que tiene una misión: consolar a los abatidos. Él está siempre a la escucha de Dios, dispuesto a cumplir su Voluntad, aunque esto le acarree dolores y ultrajes. El Servidor se muestra confiado en el Señor, ya que Él le salvará. Pero, ¿quién es este Servidor? Puede ser el mismo Profeta que sufre a causa de su misión; puede ser el Pueblo de Dios, que tiene que sufrir por trasmitir la enseñanza de Dios. Pero los evangelistas descubren en este Servidor a Jesucristo, que encarna en su Persona el sufrimiento de su Pueblo. Paso a paso este Servidor nos va conduciendo hasta Cristo, el Mesías, el Enviado de Dios, a quien reconocemos por la fe.
2.- La carta a los Filipenses recoge este antiguo himno que proclama y sintetiza todo el Misterio de Cristo. Él es el Dios con nosotros, el humillado, el desfigurado, pero también el siempre obediente a la Voluntad de Dios. Por eso la comunidad de los creyentes lo proclama como el Señor, el Absoluto. Todo está sometido a Él.
Por anticipado los jerosolimitanos, y nosotros con ellos, proclamamos a Cristo Rey, el Bendito, el que viene en el nombre del Señor. Aclamamos por anticipado al que va a entablar la batalla decisiva sabiendo que va a vencer. Por eso le aclamamos y cantamos: “Hosanna, al Hijo de David”.
3.- Sin la perspectiva de la fe, lo acaecido con Cristo no tiene sentido, es un sin sentido, un escándalo, una necedad (cfr. 1Corintios 1,18-25). Por eso hoy se esgrime el argumento de que lo que le pasó a Jesús no es más que la manifestación de un Dios cruel, que se solaza con el sufrimiento de su Hijo y de la humanidad. Mejor no creer en este Dios. Y así, hoy se reniega de Dios. La Pasión de Cristo nada dice al mundo de hoy, ya que está en otra mentalidad.
4.- La liturgia nos presenta hoy la versión de Marcos, que se asemeja mucho a una crónica; pero no es eso. El relato hay que leerlo y meditarlo en clave cristológica, contemplar todo como la revelación de un Misterio de fe. ¿Por qué Jesús padeció y murió? San Marcos nos dirá: para que se cumplan las Escrituras; en el fondo, para que se cumpla lo dispuesto por Dios.
Por eso la Pasión y muerte de Jesús adquieren un valor salvífico que culmina con la Resurrección.
Tanto la primera lectura como la Carta nos presentan el misterio del Servidor del Señor como algo presente en la realidad. En Isaías contemplamos a este Servidor sufriente encarnado en el Pueblo fiel, que sufre la persecución. En la carta, el Apóstol exhorta a encarnar en cada uno de nosotros y en la comunidad las actitudes de Cristo, sintetizado en el texto que hemos escuchado.
Entremos, entonces, como discípulos, a celebrar y vivir esta Semana diferente, no sólo participando en sus ritos y ceremonias, sino viviendo en nosotros, encarnando en nosotros lo que contemplamos y celebramos. Por eso, con el Apóstol les digo: “Tengan la misma actitud de Cristo Jesús” (Filipenses 2,5). Y así celebremos la Pascua.
Hermano Pastor.