sábado , 27 julio 2024

Mensaje del Delegado Provincial para la Solemnidad de la Ascensión del Señor y del Día de la Madre

Las primeras sílabas que logramos pronunciar luego de los iniciales balbuceos son «mamá». Estas breves y pequeñas sílabas manifiestan la vocación fundamental de toda persona humana: amar y ser amado, vocación que nos caracteriza esencialmente, experiencia de amor germinal, fundamental y necesario en la que posteriormente se sustentarán todas las demás expresiones de amor verdadero y gratuito.

La vocación de ser madre es única e invaluable para la sociedad. Muchos comparan el amor maternal con el amor de Dios, la misma Sagrada Escritura para referir la relación del amor misericordioso de Dios hacia la humanidad lo presenta con la imagen maternal, como un amor de entrañas o regazo materno. Son admirables los testimonios de amor de madre a sus hijos o hijas incluso en las circunstancias más extremas que se pueden vivir.

Gracias a todas nuestras madres por su amor, cariño y generosidad sin límites, son verdaderamente una expresión del amor verdadero. Podemos afirmar con verdad que hasta el Hijo de Dios quiso tener una Madre… la Virgen María. ¡Feliz día Mamá!

Mi hermano y mi hermana, a lo largo de siete semanas acompañamos a Jesucristo resucitado preparando a sus discípulos para continuar su misión después de su regreso al seno de la Trinidad.

La solemnidad que hoy celebramos afirma que, al final de una vida vivida en el amor y en la entrega, está la comunión plena con Dios. Jesucristo nos ha dejado este testimonio y nosotros, sus discípulos misioneros, debemos continuar realizando el plan liberador y salvador de Dios para toda la creación.

Cuarenta días después de la Resurrección, Jesús realiza otra aparición a los discípulos, los exhorta a vencer la desilusión, la comodidad y el miedo y los envía en misión, como testigos de la salvación de Dios. Las palabras del Señor revelan que la presencia/anuncio de esta salvación en el mundo se hace presente a través de las acciones de los discípulos de Jesús.

Comenzando por Jerusalén y luego yendo al mundo entero, los discípulos deberán anunciar la conversión (cambio de mentalidad y de corazón) y el perdón realizado en la cruz.

Sin embargo, antes de peregrinar por el mundo, la comunidad debe permanecer unida tanto física como espiritualmente a la espera del Paráclito/Espíritu Santo que se convertirá en la vida de la Iglesia misma.

El Maestro anuncia que ellos vencerán la injusticia y la opresión, pues «expulsarán los demonios en mi nombre», serán anunciadores de la paz y sabiduría, puesto que «hablarán nuevas lenguas», llevarán la esperanza y la vida plena a todos los que sufren víctimas de la enfermedad y del sufrimiento porque «cuando pongan sus manos sobre los enfermos, ellos quedarán curados«. Estas cosas confirmarán que en todo momento Jesús permanecerá con ellos, ayudándoles a vencer las persecuciones.

¡Esta solemnidad es motivo de inenarrable alegría para nosotros! ¡Cristo ascendiendo al cielo lleva consigo nuestra humanidad! ¡Porque el que hoy se ha sentado a la diestra del Padre es el Hijo eterno hecho hombre! ¡Él es uno de nosotros!

¡Verdaderamente hoy, nuestra humanidad ha sido puesta por encima de los ángeles! ¡El Verbo divino, que fue reclinado en el pesebre, levantado en la cruz y depositado en el sepulcro, hoy, como hombre, fue colocado por encima de los ángeles, a la derecha del Padre mismo!

¡Alegrémonos y exultemos, pues donde ya está Cristo, nuestra Cabeza, estaremos un día todos nosotros, ¡miembros de su Cuerpo! He aquí nuestra más profunda esperanza: ¡tenemos un Hermano nuestro a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros!

En la certeza de que nuestro camino nos lleva a anunciar el Evangelio para que todos podamos estar un día donde Jesucristo ya se encuentra, permanezcamos atentos a nuestra misión, la misión de la Iglesia.

Mi hermano y mi hermana, ¡Perseveremos! Experimentemos, Anunciemos y Testimoniemos la presencia del Señor en su Palabra, en su Iglesia, en sus sacramentos y en su comunidad reunida hasta el día en que seremos plenamente unidos y reunidos con la Santísima Trinidad en su gloria.

Fraternalmente,


Hermano Mauricio Silva dos Anjos, OFMCap.

Delegado Provincial

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