Durante la Audiencia concedida el 18 de febrero de 2022 al Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Santo Padre Francisco autorizó a la misma Congregación a promulgar los decretos relativos al milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios María Costanza Panas, monja profesa de las Clarisas Capuchinas del Monasterio de Fabriano; nacida el 5 de enero de 1896 en Alano di Piave (Italia) y fallecida el 28 de mayo de 1963 en Fabriano (Italia).
Con el reconocimiento del milagro se abre la puerta para una pronta beatificación.
Agnese Pacífica Panas nació el 5 de enero de 1896 en Alano di Piave (Belluno). Sus padres, a causa de la revolución industrial que les quitó su trabajo artesanal, en 1902 fueros obligados a emigrar a los Estados Unidos y a confiar a Inés a su tío, el Padre Angelo, capellán en Asiago y luego arcipreste en Enego, hasta que regresaron en 1910.
Desde su infancia no se deja llevar por la despreocupación y, como ella misma recordará: «siempre pensé que la vida es una tarea a realizar del modo más serio; que es la preparación para las grandes cosas».
Educada por su tío en la disciplina, frecuentó la escuela primaria de las Canosianas en Feltre y Vicenza para luego ir a Venecia al colegio S. Alvise frecuentando el Instituto estatal Nicolò Tommaseo, donde, en 1913, se recibe de maestra. En seguida comenzó a enseñar en la fracción Conetta del municipio de Cona (Venecia). Aquí encontró al Padre Luigi Fritz, que la acompañó como director espiritual por toda su vida. Al mismo tiempo comenzó a escribir un diario, en el cual relata su maduración espiritual, llegando a hacer el voto de la pluma: no escribir por el resto de la vida más que para Jesús y sobre Jesús.
Luego de haber sufrido una fuerte y prolongada oposición de su familia, entró en el monasterio de Fabriano el 11 de octubre de 1917. El 18 de abril de 1918 Inés Panas se convierte en sor María Costanza, vistiendo el sayal de clarisa capuchina.
El 19 de mayo de 1927, a los 31 años, es elegida Maestra de novicias y el 22 de junio de 1936 es elegida Madre abadesa, oficio que desarrollará por 16 años consecutivos hasta 1952. Por muchos años recibió a las personas que golpeaban la puerta del monasterio, privilegiando a los sacerdotes, algunos de los cuales fueron sus hijos espirituales y extendiendo el apostolado a través de las rejas conventuales con una abundante correspondencia. Recibía sin dar nunca la sensación de apuro, daba tiempo, escuchaba con interés y aconsejaba con seguridad dando serenidad. Y todo esto sin darse aires de maestra o de super mujer, sino con total humanidad. Así en sus cartas enseñaba a descubrir el sentido de ciertas situaciones, especialmente sobre la aridez o la oscuridad, con aquella fineza y afabilidad de quien tiene las mismas purificaciones y aprendió a caminar por la sola fe. A quienes iban a consultarla les enseñaba el modo para mantener la serenidad y la paz en medio de los propios límites y debilidades y a tener compasión de sí mismos.
Luego de un trienio de pausa, 1952-1955, la Sierva de Dios es elegida nuevamente abadesa en 1955, tarea que las hermanas le renovarán con votaciones casi unánimes hasta su muerte en 1963. En estos ocho últimos años de su vida, tres de los cuales fueron transcurridos en su lecho a causa de una artritis deformante, acompañada por una fuerte asma bronquial y luego una flebitis, crisis cardíacas y nauseas. En teste tiempo también fue elegida para el Consejo Federal de la Clarisas Capuchinas de Italia central.
El 28 de mayo de 1963 «la doctora de la sopa de pan» murió santamente, rodeada de sus hermanas para recibir como siempre las órdenes del día de la abadesa.