A todos los hermanos de la Orden
A las hermanas Clarisas Capuchinas
San Francisco de Asís: Un hombre hecho todo oración
- Una reflexión madurada en mi servicio a vosotros
Hermanos queridos:
Llego a vosotros con esta carta en la cual quiero compartir algunas reflexiones sobre la oración. Escribo movido por un pensamiento que me acompaña desde hace mucho tiempo y que me anima a afrontar una situación que, junto a los hermanos Consejeros generales, encuentro en las visitas a las Circunscripciones de nuestra Orden: la dificultad en la práctica de la oración. Estoy seguro que todos concordamos en afirmar tanto con respecto a nosotros mismos, como en la comunicación con las personas que encontramos en nuestro ministerio y en nuestro trabajo, que la oración es el elemento central en la vida de cada bautizado y, de modo particular, en la experiencia de una persona que ha abrazado la vida religiosa; pero la realidad no confirma esta apreciación. Aclaro que no agregaré nada a los tratados y manuales sobre la oración; la producción literaria sobre el tema es rica y abundante. Os pido acompañar la lectura de esta carta leyendo el capítulo III de nuestras Constituciones, donde encontrareis una síntesis preciosa y profunda, enraizada en los valores propios de la tradición Franciscano Capuchina.
Con fecha 2 de julio de 2016, el Papa Francisco, agradeciéndome el regalo que le enviáramos por la fiesta de San Pedro de parte de nuestra Curia general, ha escrito estas textuales palabras: “La oración como humilde confianza en Dios y en su voluntad, es siempre un camino para salir de nuestras cerrazones personales y comunitarias. Es el gran camino para abrirse al Evangelio y testimoniar la esperanza con el entusiasmo de los discípulos fieles a Jesús.”
Entonces, ¿cuál es la intención de este escrito? Deseo estimular en cada uno de vosotros una revisión sobre vuestra relación con Dios; no en la teoría de las ideas, sino en lo concreto de la vida cotidiana. La fragilidad, las dificultades no se hallan tanto en las convicciones sobre la oración, sino sobre todo en la práctica cotidiana. Las fuentes franciscanas hablan del grito doloroso de san Francisco “el Amor no es amado”. A mí se me ocurre decir: “¡la oración no es amada, es poco vivida y practicada!”.
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