El hermano Severiano Alcamán, quien celebró hace unas semanas 60 años de sacerdocio y quien es el primer Capuchino Mapuche, entrega algunas claves para comprender la Fiesta Mapuche del We Tripantu.
«El We Trip’antu es pues, un dispositivo divino incorporado a las leyes del cosmos, por una disposición de «Ngüne’chen Chaw» para la plena reintegración de las energías cósmicas con el proposito de restablecer el orden cósmico deteriorado por el tiempo, purificar y consolidar el orden con la dinámica normal de las actividades del proceso de cambios del hábitat. No es una respuesta religiosa a una larga jornada de oraciones del pueblo, frente a situaciones de apremiante influencias malignas, ni el resultado de una situación compulsiva que presione la conciencia colectiva o que de coacción a la comunidad para actos públicos de expiación.
Recordemos que en tiempos pasados, el gran terremoto y maremoto (o Tsunami) del año 1960, que azotó tan gravemente la novena y Décima Región, las comunidades Mapuche, sintiéndose interpeladas a poner en práctica sus convicciones religiosas tan debilitadas por el abandono de las tradiciones culturales, religiosas y sociales, que interpretaron el fenómeno como un fuerte llamado divino a ofrecer sacrificios de algunos niños como víctimas expiatorias. Un gran castigo divino por las graves negligencias e indiferentismo religioso del pueblo, abandonando las tradiciones religiosas. Recordemos que cualquier enfermedad es considerado como una intervención diabólica. Es pensable que debieron darse otros casos similares en su gravedad, que igualmente los habrían interpretado como un castigo divino.
Por tanto, podemos insistir que el «We Trip’antu», en el contexto de la cultura Mapuche, es el reinicio de un proceso de cambios que restablece, en forma sutantiva, el orden en el contexto cósmico en las estructuras sociales y culturales y en el ciclo de energías cósmicas regulares de la vida religiosa para vigorizar las expectativas y sanos criterios. Los profundos contenidos culturales costituyen lo esencial y más urgente en el contexto de nuestra sociedad rural. Es la presencia de los antepasados y un recuerdo del mundo espiritual, en tanto símbolo de mejores tiempos, que nos estimulan a reafirmar los nombres sentimientos de identidad y pertenencia ancestral e incremento de las tradiciones y eficacia de los ritos, permitiendo exaltar el pueblo vivo y nuestra gran autoestima, al enfrentar el mal. Reactivando las esperanzas y la alegría de vivir en una comunidad rural, se abre una nueva etapa de nuestras expectativas como pueblo.
Todo rito religioso reintegra al hombre las energías y renueva las relaciones con el mundo de los espíritus y así se manifiesta la real presencia de «Ngüne’chen Chaw», que convoca a un gratificante cambio y al robustecimiento de los pilares cósmicos. Una retroalimentación de energías indispensables, para la sociedad, materializada en la prolífera mañana del Año Nuevo, a ningún mapuche autóctono podrá dejar indiferente, porque además es una nueva época cósmica, de cara a una gratificante y prolongada forma nueva de vida de la sociedad. Con estas virtudes el acontecimiento, se consolida coherentemente en gran provecho de una privilegiada experiencia, con los buenos servicios e intervención del mundo espiritual y los antepasados. Una nueva mañana prolífica en la que se advierten claramente la gratificante presencia divina y las energías del Gran Espíritu y el deseado desplazamiento de las energías del mundo de los espíritus perversos. Es un feliz despertar cósmico y encuentro de dos realidades trascendentes, absolutamente fundamentales por las energías positivas de nuestra débil realidad temporal».
Leave a comment