Roma, 14 de septiembre. Cada Capítulo general tiene dos encuentros de fundamental importancia: el primer lugar, el de Asís, en la tumba del Seráfico Padre San Francisco, que es como el regreso a las fuentes de la propia historia, y que ha ocurrido el pasado 8 de septiembre, como ya hemos informado. El segundo, conclusivo, es con el Papa, al cual Francisco mismo había solicitado y obtenido la aprobación de su forma de vida.
Pues bien, hoy, 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz, nos dirigimos al Papa Francisco. En la mañana temprana, los frailes capitulares y algunos frailes de la Curia se han reunido con tiempo frente al portón de bronce del Vaticano. El sol iluminaba la Plaza de San Pedro, que resplandecía en toda su belleza: era el primer saludo que nos venía de aquel lugar bendito, la roca sobre la cual Jesús ha puesto a Pedro para guiar a su Iglesia. Hacia las 11.00 horas hemos comenzado a introducirnos por la entrada custodiada por la Guardia suiza.
Superado el control de detectores de metales, el nutrido grupo de los frailes ha empezado a subir las primeras escalera para alcanzar el llamado patio de San Dámaso y desde aquí, después de algunas otras escaleras, la entrada en la hermosa Sala Clementina. Cada fraile ha tomado asiento y comenzó la larga espera de Papa Francisco. La espera ha permitido a todos admirar los frescos del renacimiento, inaugurados en el lejano 1595 por el Papa Clemente VIII, al concluir los trabajos comenzados por su predecesor, el franciscano Sixto V.
Junto a la representación del martirio de San Clemente I Papa, se presentan figuras alegóricas de las virtudes que en cierto sentido son recomendadas a los visitantes. Con algún minuto de retraso, el Papa Francisco ha hecho su entrada en la sala. Inmediatamente después el fragoroso aplauso inicial, el Ministro general saliente, fr. Mauro Jöhri, ha presentado al Papa a su sucesor, fr. Roberto Genuin, el cual ha dirigido al Santo Padre un breve y puntual saludo, al cual el Papa Francisco ha respondido hablando espontáneamente.
Ha recordado que los Frailes Capuchinos siempre han sido los frailes del pueblo, cercanos a él en medio de las fatigas cotidianas, al que siempre deben avecinarse con sencillez, especialmente a los pobres y a los que sufren, como fray Crisóforo de «I Promessi sposi” de Manzoni, como los Capuchinos por él encontrados recientemente en Dublín, Irlanda; deberán ser apóstoles del confesionario, de la reconciliación; hombres de oración, de una plegaria sencilla y alegre, y hacerse finalmente constructores de paz en medio de la gente. Ha impartido su bendición apostólica y saludado uno por uno a cada fraile. Al final, con tanta alegría en el corazón, hemos retomado el camino de regreso.
GALERÍA FOTOGRÁFICA
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