Monasterio «Santa Clara»
Variante Internacional Francisco Valdés Subercaseaux
Fono: (45) 444355 | Casilla Postal 437
Mail: mostaclara@yahoo.com
Pucón, Chile
La fundación del Monasterio «Santa Clara» de Clarisas Capuchinas es la concretización de los deseos y anhelos de aquellos corazones que siguen dócilmente las inspiraciones del Espíritu de Dios. La primera de estas almas corresponde a Monseñor Francisco de San Miguel Valdés Subercaseaux, quien fuera Párroco Misionero del pueblo de Pucón, en la IX Región de Chile, entre los años 1942 a 1956. Monseñor Valdés (quien más tarde fuera el primer Obispo de Osorno), movido por su espíritu contemplativo, ve nacer en su corazón la idea de un monasterio de monjas contemplativas en el entonces Vicariato Apostólico de la Araucanía, (hoy, Diócesis de Villarrica) con el fin de promover en la zona esta Forma de vida y de contar con el apoyo de una oración constante que intercediera por la actividad misionera de estas tierras mapuches.
Es así como en el año 1943, el padre Francisco se presenta en el Monasterio de Clarisas de Nuestra Señora de la Victoria, en Santiago de Chile, donde vivía una tía suya, con el fin de solicitar algunas religiosas para la Fundación en Pucón. Dicha visita tuvo excelente acogida, puesto que la tía del padre Francisco, sor Antonieta de María Dolorosa vio en ello el comienzo de la realización de un sueño que acunara en su corazón, desde el día de su Primera Comunión, cuando oyó en su interior una voz que le presagiaba un futuro como monja al sur de Chile.
Sor Antonieta de María Dolorosa, en el siglo Manuela Errázuriz Vergara, provenía de una aristocrática familia chilena y llevaba 36 años de profesión religiosa. Ella, junto a dos religiosas Clarisas más, saldrían de su Monasterio para fundar en Pucón. Una de las dos religiosas era sor María Pía del Calvario, en el siglo Luisa Bovolenta Carletti, hija única de una inmigrante italiana viuda y que contaba con 32 años de profesión religiosa y la otra era la Hermana Conversa Antonia de la Sagrada Familia, en el siglo Herminia Álvarez Maldonado, con 40 años de profesión; ella, que, como Clarisa, fuera acompañante de sor Antonieta, quiso continuar a su lado en esta fundación, esta vez como su Hermana.
La madre de sor Antonieta, la señora doña Blanca Vergara de Errázuriz y su hermana, la señorita Amalia Errázuriz Vergara, se dispusieron, con entusiasmo, a patrocinar esta empresa. Entre tanto, el padre Francisco se dio a la búsqueda del lugar, escogiendo el mismo cerrito donde tantas veces había subido a orar y que, finalmente, fuera donado por don Ramón Quezada, su amigo y bienhechor. Desde allí, la vista abarcaba todo el pueblo, el lago y el volcán Villarrica.
En 1948, el padre Francisco emprende un viaje a Italia, con el fin de visitar varios monasterios de Clarisas Capuchinas y así conseguir Hermanas que reforzaran la naciente Comunidad. El año 1953, las tres religiosas Clarisas obtienen el permiso de Roma y dejan su monasterio, experimentando el dolor de la separación, como lo atestiguan sus escritos; mas, reconocían «soportarlo con facilidad y agrado, por amor a Dios Nuestro Señor». Acompañadas de señoras bienhechoras, llegan a Pucón el mes de enero, siendo recibidas en la Parroquia del pueblo, por las Misioneras Catequistas e instaladas en una modestísima casita, propiedad de la señorita Amelia Errázuriz Vergara, hermana de sor Antonieta junto al templo parroquial, hasta que concluyera la construcción del nuevo Monasterio, lo cual sería ocho años más tarde.
A los pocos días del arribo de las tres Clarisas, el padre Francisco de acuerdo con el entonces Obispo Capuchino Monseñor Guido Beck, solicitó a Roma la licencia de una monja Clarisa más del Monasterio de Nuestra Señora de la Victoria: sor María Marta de Jesús, María y José, en el siglo Berta Julia Silva Schastke, con 32 años de Profesión religiosa.
En agosto de 1953, se llevó a cabo la solemne bendición y colocación de la primera piedra del Monasterio «Santa Clara», al celebrarse el VII Centenario de la Muerte de la Madre Santa Clara.
El año 1956, el padre Francisco fue nombrado primer Obispo de Osorno, nueva Diócesis del sur de Chile, lo cual era motivo de regocijo por un lado; pero, por el otro, significaba el alejamiento del padre fundador, precisamente, en un momento en que era muy necesaria su presencia. Así, esta separación acentuaba, aún más, el sello de sacrificio e inmolación de estas religiosas que, con tanta humildad, ya aceptaban las muchas privaciones y la pobreza, a veces extrema, en que vivían en aquella pequeña casita. De este modo, la obra quedó en manos del nuevo Obispo del Vicariato, Monseñor Guillermo Hartl, también Capuchino.
En 1957, uno de los rescriptos de Roma autoriza a las cuatro Clarisas a profesar como Capuchinas para así formar una sola familia con las religiosas que se esperaba vendrían de Italia. El segundo rescripto autorizaba la erección canónica del nuevo Monasterio.
En 1958, se finaliza la construcción y en Diciembre del mismo año, zarpan de Génova seis Hermanas italianas destinadas a la nueva fundación. Sus nombres eran: sor María Margarita, sor María Ludovica, sor María Águeda, sor María Nazarena, sor María Teresa y sor María Josefina, acompañadas por el padre Asistente de la Federación italiana. La llegada a Chile se produce en enero de 1959 y, en el Colegio de las Religiosas de la Santa Cruz, reciben clases de castellano.
En marzo de ese mismo año, se produce en Pucón el primer encuentro y el abrazo fraterno de las monjas chilenas con las recién llegadas de Italia. Antes de regresar a su patria, el padre Asistente –mediante uso de facultades especiales- dejó constituida la Comunidad y nombró Abadesa a la Reverenda Madre María Pía del Calvario de la comunidad compuesta por diez religiosas. Monseñor Guillermo Hartl celebró la Santa Misa, en una pobre capillita provisional, dejando establecido el culto eucarístico. A continuación, él mismo ordenó y presidió la proclamación de los cargos, tomando la Renovación de Votos Religiosos de las cuatro Clarisas, que pasaban a ser Capuchinas y todas las religiosas prestaron obediencia a la Madre Abadesa. Aquel día, la Hermanita Antonia, que como Clarisa llevara el velo blanco de conversa, recibió el velo negro, común a todas las monjas capuchinas.
Con la salud sumamente quebrantada, sor Antonieta rogaba a Dios le concediera la gracia de morir en el nuevo Monasterio que tanto amara y anhelara. Y el día 25 de abril de 1959, después de recibir los santos sacramentos, con total lucidez y devoción, entregó su hermosa alma al Padre Eterno, rodeada de sus Hermanas y en el corazón, el recuerdo de una maravillosa visión: la de la Santísima Virgen María, junto a san Miguel arcángel, expulsando toda amenaza maligna de los muros del convento. Vivió en el Monasterio un mes; no obstante, su gozo fue morir en él.
A partir del mes de abril de 1959, asume como Capellán el padre capuchino Ambrosio Ferroni, con el compromiso de quedarse unos meses; sin embargo, a causa de la constante renovación de la solicitud, vivió en el monasterio por 32 años, más 2 años en el Hospital, hasta el día de su muerte.
En el año 1961, se dio inicio a la construcción del Noviciado, y se daban por terminados los trabajos en la Capilla, el Coro, el Locutorio, la sala de Sacristía, la Portería y otras dependencias y en este mismo año, llegaron dos nuevas y jóvenes religiosas italianas a reforzar la Comunidad: sor María Regina del Divino Amor (en el siglo Carla Pirola Brambilla) y sor María Lorenza.
Un mes después, el Señor bendice la naciente torrecita de Santa Pobreza con la primera vocación chilena, Elena Paredes Matamala que, en aquel entonces era religiosa de la Santa Cruz, y que recibiera el nombre de sor María Inés de la Inmaculada.
Así se cierra la primerísima etapa de la fundación del Monasterio «Santa Clara» de Pucón. Con el tiempo, muchas de las religiosas italianas vieron demasiado dañada su salud y debieron regresar a su país. No obstante, de aquellas primeras misioneras dos permanecieron para siempre en Chile: sor María Margarita del Sagrado Corazón (en el siglo Ana Atzori Dessi) y sor María Ludovica de la Preciosísima Sangre (en el siglo Elvira Mancini Varone), mientras que del segundo grupo, sólo se quedó sor María Regina. Sor Ludovica sería elegida Abadesa, a continuación de la Madre María Pía del Calvario, quien tendría el cargo de Vicaria, después de ejercer sólo un año como Abadesa, con sor Ludovica como Vicaria.
La historia del Monasterio está tejida con el testimonio de fidelidad de las Hermanas que ya han partido al encuentro pleno de la Santísima Trinidad:
Y con el testimonio que siguen dando las Hermanas que actualmente componen la Comunidad:
Rogamos al Señor que siga caminando con su pequeña grey, como lo ha hecho hasta ahora, a fin de hacer que el Amor sea más amado, ahora y por siempre. A mayor gloria de Dios y de nuestros seráficos padres Francisco y Clara de Asís.