ARSENIO DA TRIGOLO, sacerdote capuchino
Fundador de las Hermanas de María SS. Consoladora
Milán, 7 de octubre de 2017
Prot. N. 00694/17
La severidad ignaciana y sencillez franciscana
Queridos hermanos
El Señor os de la paz.
1.- Tengo la alegría de presentaros a un nuevo Beato: Fr. Arsenio de Trigolo de la Provincia de San Carlo de Lombardía. A primera vista, el camino de su vida despierta la impresión de alguien que ha seguido cambiando, como algo de inestable. De hecho, de sacerdote diocesano, en cierto momento se hizo jesuita, y finalmente capuchino. Su espiritualidad aquella del siglo XVIII, pero atentos a no quedarnos en las formas exteriores, en la superficie. Es indispensable ir en búsqueda del hombre que está detrás de todo. En este caso nos encontraremos con un hombre que busca a Dios sobre todas las cosas, que quiere hacer solo su voluntad. Las vicisitudes de su vida son realmente múltiples, cambiantes, al límite, contradictorias, pero también es cierto que él nunca perdió su brújula: «¡Hágase tu tu voluntad!»
Así que, un capuchino de ayer, ¿qué puede decirnos a los frailes capuchinos de hoy? ¿Qué mensaje o palabra intensa puede el Beato Arsenio de Trigolo decir hoy a la Orden? El que ha pasado entre nosotros sólo siete años en su vida, los últimos siete años de su vida, ciertamente puede decirnos algo que merece ser escuchado.
La vida del Beato Arsenio encuentra su síntesis en la reflexión que él mismo señaló proféticamente en sus Apuntes espirituales: «Arsenio, no debes contentarte con haber abandonado el mundo, las posesiones, la familia, […], debes desprenderte de todo, incluso con el corazón, con el afecto, ¿por qué de lo contrario a que sirve? A nada: a parecer religioso ante el mundo y no serlo en realidad ante Dios». Es la tensión que le ha acompañado toda su vida en busca de ser perfecto» ¿cómo es perfecto vuestro Padre celestial?» (Mt 5, 48).
2.- Su experiencia tan movido, incluso con constantes cambios de estados de vida, pueden interpretarse como el síntoma de una personalidad débil, uno que está descontento o de un soñador constantemente inquieto y en busca de una solidez nunca encontrada. Leyendo con atención su vida de descubre más bien una personalidad que ha sido capaz de aceptar el continuo desarraigo que Dios obraba para llevarlo a la perfección. Cambiar estado de vida dejando los afectos y las relaciones construidas con tanto esfuerzo, abandonando los lugares y las certezas encontradas con tenacidad, muestran su ser continuamente disponible no sólo en la búsqueda de la voluntad de Dios, sino en dejarse modelar por Dios, aceptando las dificultades de las circunstancias concretas, sin desalentarse jamás o mejor aún rindiéndose a la voluntad de Dios.
3.- Recorramos a su vida. El beato Arsenio nació en Trigolo, cerca de Cremona el 13 de junio de 1849, el quinto de doce hijos. Fue bautizado seis días después con el nombre de José en la iglesia de San Benito en Trigolo. Los padres, Glicerio y Annunciata Stumia creyentes sinceros, eran dueños de una posada y una tienda de venta de pan con lo que podían mantener la familia. Todavía un niño, deseoso de servir al Señor en el camino del ministerio ordenado, entró en el seminario en Cremona cumpliento el proceso de formación del 1863 al 1873, en ese clima cultural y político condicionado por las infelices relaciones entre el Reino de Italia y los Estados Pontificios.
La elección del jovencito José para ser un sacerdote ciertamente no era una opción de conveniencia o para acomodar su vida, fue una elección valiente, madura, decidida, de uno que no tiene miedo del ambiente cultural y social en torno a él. Basta recordar que cuando Mons. Jeremías Bonomelli entraba a Cremona en diciembre de 1871, un año después de que el incumplimiento de Porta Pía1, y después de cuatro años de ausencia del obispo seguida a la muerte de Mons. Antonio Novasconi († 1867) encontró treinta y dos seminaristas, un número exiguo para ese tiempo, y uno de ellos era nuestro beato.
4.- La aspiración del joven José era clara y fuerte: ¡ser un sacerdote santo! Así escribe en los Apuntes espirituales «Oh, cuánto mayor bien se haría en el pueblo si el sacerdote fuese más perfecto: la ciencia es buena, es muy necesaria, sin la cual, de hecho, no se puede ser ordenado sacerdote, pero esta disgregada de la verdadera piedad, de la perfección hincha el espíritu y llena de soberbia. La verdadera piedad nos hace conocer nuestra nada, nuestra miseria, y que todo lo tenemos de Dios, y por tanto todo lo referimos a él. Sin verdadera piedad, se convierte uno en tropiezo para Dios «.
Pero no era un soñador, conocía sus límites y por lo tanto muy consciente de la urgente y continua necesidad de la gracia de Dios y para mantener su determinación de seguir a Jesús y ser sacerdote para Jesús y en Jesús.
Piedad, estudio, gracia, humildad eran y son sus piedras angulares para ser un sacerdote santo: la piedad y el estudio no pueden disociarse «porque una es el alma del otro»; La gracia y la humildad no pueden disociarse “porque una es el alma de la otra”. Un sacerdote como tantos, podríamos decir con “dotes normales”, precisamente esta característica, el ser normales, posee el raro don de la fidelidad laboriosa y humilde del propio ministerio. En lo mejor de sus posibilidades el beato Arsenio comunicó nada menos que la gracia de Dios, su Amor sin esconder el Evangelio y sobretodo sin correr detrás del consenso del mundo ni esconder el misterio de la necedad y escóndalo de la cruz.
5.- El 21 de marzo de 1874 recibió la ordenación sacerdotal y fue enviado como coadjutor del párroco en Paderno de Ossolaro (hoy Padreno Ponchielli) y luego en Cassano d’Adda. En esta última localidad, probablemente encuentra por primera vez la joven Giuseppina (Pasqualina) Fumagalli, ya monja de la Congregación Francesa de Notre Dame du Bon Secours, que más tarde le creará muchos problemas.
El beato Arsenio vive su sacerdocio consciente de haber sido llamado por gracia, solo por gracia, comprometiendo todo su ser en el amor a Dios, dando profundidad a su celebrar los misterios de la salvación y al mismo tiempo no perdiendo el amor al prójimo, ni la caridad fraterna. Una tal decisión de ser sacerdote que parecía estar bien arraigado y sinceramente vivida con dedicación, sin embargo, como escribe en los “Apuntes espirituales, «desde varios años», sintía el deseo de una consagración religiosa, en una ofrenda que podría ser un dedicarse completamente a Dios.
6.- Con valor, aún encontrando «en los ministerios apostólicos» una fuerte atracción que «sobremanera me llenaban les apreciaba mucho, a pesar de todo, Dios quería, hizo y venció», decidió entrar en la Compañía de Jesús. Era el 14 de diciembre de 1875.
No queriendo nada más que hacer la voluntad de Dios «cualquier cosa me sucediese, voy recibiré como vuestra voluntad, y por tanto no me turbaré» (Incipit de los Ejercicios Espirituales, 20 de Marzo 1876), hizo su primera profesión religiosa en 1877 a la edad de 28 años.
Por su «normalidad» el estudio escolástico, le resultó tan gravoso al punto de tener que suspender los estudios. Transferido como prefecto en el Colegio de Cremona en 1879 completó la filosofía y más tarde, en 1884, Portoré en Istria reanudó el estudio de la teología, pero con escasos resultados. Transcurrido el año de la prueba en Lainz cerca de Viena, 15 de agosto de 1888 en Venecia emitió la Profesión solemne como «coadjutor espiritual formado.» Estimado por todos continúa su ministerio como predicador, confesor, director de ejercicios espirituales, especialmente para las comunidades religiosas femeninas, y de catecismo a los niños.
7.- En Venecia, entre los años de 1888 y 1890, encuentra nuevamente a Pasqualina Giuseppina Fumagalli, ya dimitida de las Hermanas de Notre Dame du Bon Secours, sin embargo, seguía vistiendo como una monja. También había iniciado un instituto religioso, llamado «de la Consolata», sin obtener el permiso de sus respectivos obispos, reunidas en torno a ella las jóvenes, algunas dirigidas por el mismo beato Arsenio. Y esta compleja relación con Fumagalli, juzgado negativamente por los superiores de la Compañía de Jesús que llevará a la decisión de transferir primero a Trento y luego a Piacenza y finalmente a pedirle que dejara la Compañía. El 24 de marzo de 1892, después de un breve intento de resistencia, se vio obligado a dimitir.
Estos son los años de mayor desarraigo. Sólo, sin nada, con un fracaso y un juicio que ciertamente no era halagador, ¿quién no se habría cerrado, aislado, amargado, convirtiéndose en un contestatario?
Sin embargo, el 25 de abril de 1892, llegaba a Turín, aún una vez más disponible para hacer la voluntad de Dios que pasaba a través de las circunstancias dolorosas y de las decisiones impuestas por otros. Presentado al Arzobispo David dei Conti Riccardi, asume en la práctica la dirección espiritual de neo Pio Instituto de María del Consoladora, formada por un grupo de hermanas que habían separado de la hermana Fumagalli. A los cuarenta y dos años se encamina en un nuevo camino, cuando tal vez era el tiempo de la cosecha del trabajo juvenil y de las alegría de la edad madura. Así por diez años (1892-1902) da forma, norma y guia al nuevo Instituto presente en Turín y sucesivamente también en Milán, escribiendo la Regla y las Constituciones.
Todo parece navegar hacia un lugar seguro, pero en el primer Capítulo General, celebrado en 1899, comenzó a manifestarse un desacuerdo entre las hermanas de Milán y las de Turín, desacuerdos que llevaron al arzobispo de Milán, el Beato Andrés Carlo Ferrari, a renovar todos los cargos y a pedir al beato Arsenio abandone la dirección del Instituto. Una vez más es desarraigado, una vez más la voluntad de Dios se manifiesta a través de un desgarro dolorosa.
8.- Así que a la edad de cincuenta y tres años, después de haber obtenido el voto favorable de los diversos Superiores 21 de junio de 1902, el beato Arsenio iniciaba un nuevo estilo de vida entrando en el noviciado de los Capuchinos en Lovere. El nuevo estado de vida, exigente, también le daba un nuevo nombre: fray Arsenio de Trigolo. Aunque ya anciano, el beato Arsenio escogió cosas difíciles. El cambio de nombre era una cosa simple, más profundamente ponía en práctica lo que tantas veces había dicho a las hermanas: pedir al Señor cada días, «el amor operativo que es la verdadera caridad en hechos y en obras» (Cfr. Predicas para las Misiones al pueblo).
Emitidos los votos temporales, fue enviado a Bérgamo para guiar en el espíritu a los jóvenes estudiantes capuchinos. Aquí, a excepción de un breve período de ausencia, pasó los últimos años en el ministerio pastoral y en la asistencia de la Tercera Orden.
En 1909 comenzó mostrar problemas de salud. Transferido del convento a la enfermería, en la noche del 10 de diciembre de 1909 murió de un aneurisma cardíaco. Su funeral, celebrado en la simplicidad franciscana, vio una imponente participación de personas, que testificaron el bien que él sembró.
La oración diaria, la Eucaristía celebrada, haciendo la caridad concreta a los muchos necesitados habían forjado en él esa transformación que se da en aquellos que ponen toda su confianza en Dios y en su Palabra viva: envuelto en el silencio, en el ocultamiento y en el perdón, sin dejar escapar nada de sí mismo, sea el mal recibido ni el bien hecho y confiar al «Señor que ve en secreto,» la recompensa.
9.- Queridos hermanos, el beato Arsenio de Trigolo, se suma a la larga lista de santos y beatos de la Orden, cada uno con su propia historia y con su propia peculiaridad. El beato Arsenio en su huella de jesuita y capuchino nos recuerda a todos algunos elementos típicos de de una y de otra espiritualidad. Haber sido inspirado por el deseo de hacer todo para la mayor gloria de Dios es el corazón de la enseñanza de San Ignacio, mientras que la alegría perfecta de llevar las tribulaciones, las injurias, las calumnias, siempre dando gracias a Dios reconociendo que antes de amar a Dios, es Dios quien primero ha amado, es Francisco que enseña y forma. En esta doble vestimenta, el beato Arsenio nos indica a los frailes que la primera obra que se debe hacer es la fe en Cristo, el único que da gloria a Dios y que sólo en la alegría se puede llevado al mundo.
El beato Arsenio obtenga a todos los hermanos y especialmente a los frailes de la Provincia de Lombardía un renovado compromiso de llevar al mundo el Evangelio de Cristo para que se conozca el Sumo Bien y su Paz, y a las Hermanas de María SS. Consoladora de ser fieles anunciadoras de su enseñanza y trabajadores de su caridad.
fraternalmente
Fra Mauro Jöhri, OFMCap.
Ministro General
Roma, 8 de septiembre de 2017
Fiesta de la Natividad de la Virgen María
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