jueves , 19 septiembre 2024

Mensaje del Delegado Provincial Hno. Mauricio Silva Dos Anjos por la Fiesta de Nuestra Señora de Los Ángeles y del Perdón de Asís

La misericordia es la urgencia de hoy. Las estructuras que condúcenos actualmente son más frágiles sin la misericordia, sin perdón. No existe corazón humano que no tenga el deseo del perdón. El ser humano siéntese más familiarizado cuando es perdonado, cuando recibe la misericordia. El pecado por tan doloroso que sea no tiene la última palabra sobre la vida porque la última palabra sobre la vida es el amor, la misericordia y la compasión.

Mis hermanos de la Delegación San Francisco de Asís de Chile, mis Hermanas Clarisas Capuchinas del monasterio de la Santísima Trinidad de Santiago y del Monasterio Santa Clara de Pucón, mis hermanos y hermanas, laicos y laicas capuchinos, nuestra juventud capuchina (Camjocap) y de la OFS, al pueblo de Dios simpatizante con nuestro carisma franciscano, deseo qué ¡El Señor te dé la Paz!

Quien ya ha tenido la gracia de conocer Ciudad de Asís, en Italia, se dio cuenta de que la Iglesia de Santa María de los Ángeles, la Porciúncula, no está en lo alto de un monte, pero en una planicie, en la parte baja de la ciudad. Sin embargo, esta pequeña, sencilla y discreta capilla, situada en la parte inferior de Asís, ha recibido a lo largo de la historia el título de “Cuna de la Orden de los Hermanos Menores”. Fue allí donde comenzó la fraternidad primitiva dispuesta a soñar los mismos sueños de Francisco, fue desde este pequeño lugar que el Padre Seráfico alcanzó el privilegio del «Perdón de Asís», extendido después a todas las iglesias franciscanas del mundo, el día 2 de agosto de cada año, con la posibilidad de recibir la indulgencia plenaria, la sanación total de las heridas abiertas por el pecado.

Este año, deseo llamar la atención sobre la posición geográfica de la Porciúncula, pues al ver lo que puede comunicarnos el hecho de que un lugar consagrado al perdón y a la misericordia no se encuentre en una montaña elevada, sino en un lugar bajo y discreto. Muy significativo, porque el perdón es el ejercicio de ir al suelo, tanto para quien perdona como para quien pide el perdón.

El que pide perdón se dispone a bajar de la montaña de su propio orgullo, a vencer los obstáculos de su propia prepotencia y encontrarse en el suelo de su más plena verdad, llena de belleza, pero con límites. Pedir perdón es abrirse al encuentro con uno mismo en un ejercicio de humilde reconocimiento de la falta cometida y en la generosa disposición de apostar por la posibilidad del nuevo comienzo. ¡No tiene nada de culpa o vergüenza, al contrario! es un gesto valiente y grande de quien puede aprender de sus errores.

Quien perdona, por su parte, tiene la posibilidad de vencer el odio y la desconfianza, construyendo un puente de reconciliación que le hace capaz de transponer el abismo que lo separa del que allí está, con toda humildad, pidiéndole un voto de confianza. Es la hora de dejar las armas del prejuicio y el desprecio y de abrir los brazos para celebrar un nuevo comienzo. Es en el suelo de la fragilidad humana que dos almas distantes tienen la oportunidad de encontrarse.

Quien se deja guiar por la dinámica del perdón se hace más humano y adquiere mayor facilidad para identificarse con el humus de la tierra de donde brota la raíz de su humanidad. Esta fue la percepción de Francisco de Asís al punto de sentirse uno con el todo creado al punto de llamar hermano y hermana al sol, la luna, la tierra, el agua, el fuego, los animales, las plantas, en definitiva, todos los seres que han nacido de la matriz amorosa de la creación. Respetar a todos estos seres y buscar una convivencia armoniosa con ellos es un esfuerzo urgente e inmediato, una cuestión de supervivencia. El perdón es una actitud que invita al ser humano a una actitud más modesta y sencilla, de quien se siente menos dependiente de las cosas para sentirse feliz y realizado.

Celebrar el perdón significa, por tanto, seguir el camino de Jesús. En el humillante y terrible misterio de la cruz, el Señor abrió caminos para cultivar una humanidad reconciliada. Francisco de Asís, como pocos, entendió este mensaje y no quiso guardar solo para sí este divino privilegio. Con su despojo total, entregando su vida sin reservas a la acción de la Gracia de Dios, hasta el día de hoy el Pobrecito de Asís nos enseña que, aunque siempre es desafiante, vale la pena seguir el camino de la humildad y del perdón. ¡Siéntete amado y perdonado por Dios! ¡Siéntete llamado a ser testigo de este amor y perdón!

Por eso, en este día de fiesta, invito a cada uno de mis hermanos y hermanas: ¡vamos a Santa María!

Vamos a vestirnos con el perdón que Dios generosamente nos concede.
Vamos a empezar de nuevo.
Seamos reconciliados y reconciliadores.
¡Buena fiesta mi hermano y mi hermana!

Hermano Mauricio Silva dos Anjos, OFMCap.
Delegado Provincial

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